Un Algo que salta

Por Leo Elizondo


Son las 20:04 del 11/11/21. Hace un rato leía con poca luz y mateaba de a ratos, descuidadamente, confiado civil en la normalidad del cotidiano. Fue la oportunidad para que me cruce, salido de “afuentro” alguien que gatilló conmigo el shuick del sorbo a la bombilla: era un sabor extraño, amarguísimo, que me elevó a la zabiola una palabra: montañas. Me paseó un poco por partes de Córdoba que ya paseé unos pares de años atrás, cuando era un recién tatuado con aportes jubilatorios. Y huyó.

Misterioso punga de velocímetro estallado: ¿De dónde viniste? ¿Algo me robaste a pesar de que fui yo quien del encuentro ganó o re-ganó algo? Convergencia no tan casual de un resto de la yerba más amargo de lo típico, incluso para los estándares de La Tranquera, tirando casi a lo que presumo será el gusto de las piedras. Digo más: el gusto de alguna piedra que mi tacto confirmó piedra, por algún recodo de San Marcos Sierra, Capilla del Monte, Villa del Dique o Calamuchita.

¡Pero no te pongas vanidoso! Que sos un miembro más, un igual entre esa cuadrilla bienhechora (o malhechora si andamos nostálgicos) codeándote con los olores de azahares o jazmines enrejados, con las imágenes veloces, con los toques feéricos y otros tantos que buscan alegrarnos un poco la diaria cosa activándonos la memoria, los dejavúes, las automentiras…


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