La rama y la flor: Comentarios sobre la obra comentada

por Sofía Collavino

foto por @sofiamartinsenph


En un mundo pre-apocalipsis, cuando las plazas se llenaban de besos salivosos y no teníamos miedo de tocar los asientos mugrosos del transporte público, floreció un nuevo marzo feminista, que inundó todo de verde la tarde del ocho y colgó en el corazón del CCK la Bandera Warrior, aquella compuesta por varios miles de cuadrados y nombres tejidos ¹. Además invitaba en esta ocasión, en una salita pequeña, a un taller por demás íntimo dictado por Paula Maffia para quienes quisiéramos acercarnos a contarle nuestros bloqueos inspiracionales al momento de desenvolvernos en nuestras disciplinas artísticas. 

En esta clínica del arte –punto medio entre terapia de amigues y grupo de autoayuda estética— Paula nos contó un detalle sobre una canción suya que para mí había sido, más que nada, un bonito enigma: ¿De qué habla “La rama y la flor”?

Antes de continuar, es necesario aclarar algunas cosas: , desde luego que mi primera interpretación inicial es igual de válida antes o después que Maffia nos revelara “el verdadero significado”; y no, que ella nos lo haya contado a les presentes no implica que ésta ahora sea algo que debamos compartir con todes les que se encuentren con este tema y necesiten “comprender” sobre qué se trata “en realidad”. 

Paula (para tomar de ejemplo sobre sus métodos durante el proceso creativo de la obra), nos cuenta que en su imaginario La rama y la flor habla sobre el legado. En este caso artístico, la sumatoria de contemplaciones a otres artistas, al momento de crear la suya propia. Para organizarme divido esta obra en 3 movimientos, tan arbitrarios como lo es mi propia subjetividad. 

La Rama

Abriendo la canción, con un logrado equilibrio entre la dulzura y la potencia, surge en primerísima persona una voz juglar² que se presenta (aunque no le hable a nadie más que a sí misma), y en dos fuertes y definidas estrofas va a construir una clara imagen de artista:

Yo también quiero cosas bellas, 

pero dios no lo admitió

llenó de surcos mi carne

y volvió espina el candor

De cuando era brote blando

ya ni rastro quedó

pero bendijo mi rudeza

con el don de la creación 

Nos habla desde su experiencia y su crecimiento; atrás quedaron los días de brote blando. La sensibilidad es el estandarte de esta voz, una silenciosa empatía con la naturaleza y el espacio que la rodea. Me detengo a pensar en cómo “creación” se enlaza irremediablemente con “rudeza” y no puedo no hacer un recorrido mental por los dos discos de Maffia que siempre logran encontrar el lugar preciso para erizar la piel y desatar cierto grado de fiereza. 

Legado

Posteriormente nace el estribillo como una máxima. Esta máxima, con aires de profecía, y que recién acabará por definirse hacia el final de la canción, reza:  De mi brotar/ nace la que me robará al sol / De mi cantar/ pende la que enamorará al colibrí.  Es acá donde se nos ofrece una idea, y la voz que nos canta explica algo que ya era evidente, tal vez, para cualquiera que escucha Pink Floyd o Aretha Franklin con genuina vitalidad, o a quienes aún les cuesta distinguir a “ciencia cierta” algunos géneros musicales porque –quien lo diría– se parecen, se mezclan y se piden prestados recursos: de toda la producción, de toda obra y de toda colección, surgen más artistas, más obras, más miradas y fiereza creativa.   

La Flor

El próximo paso de esta voz será hablarnos de aquel brote, esta nueva flor, a quien le toque tomar prestado todo lo que se le enseñó: Pero amo a quien me roba/ porque nace ella de mí.  Las formas se vuelven aún más amables, la artista-rama envuelve al brote-aprendiz con sus bondades. Se puede esbozar la palabra “crianza” en la nube de cuidados y cariño: te nutriré con pasión/ te enseñaré cuanto tengo/ te brindaré protección todo a cambio de que nunca olvides/ quien te hizo quien sos.  Me detengo en la idea “nutrir con pasión”, que acaso no sería realizar la acción de nutrir con energía y amor, sino por el contrario, convertir la pasión en alimento. 

El Legado (Bis)

Acontece luego la compresión de la dualidad total y complementaria. Dos partes que dialogan y se entrelazan soy la que te dio la vida/ vos la que atrae al amor/ yo soy la que tiene sangre/ vos la que viste el color. Dos partes que, me arriesgo a decir, se necesitan. En el final, como suspirado, la promesa y la esperanza de un nuevo brotar que algún día será rama/ y ese día me hará flor  

La metáfora de ramas y flores, —que tan transparente resulta para esta ocasión–  me tiene cautivada.  Se me debaten los sentimientos: la perplejidad ante lo obvio o la silenciosa complicidad frente al (y con el) hallazgo artístico. Un ciclo de renovación, de cuidado, de confidencia y de  tradición artística. La idea de que las ideas (valga toda la redundancia) deben ser colectivas, en menor o mayor medida; una promesa de comunidad artística que se entreteje de a poco, de a muches (como aquella bandera verde de crochet). 

La visión que Paula Maffia logra plasmar en estos versos me tranquiliza y me abraza. Reconozco toda esa comunión artística como un océano que me ofrece infinitos y novedosos colores. Mientras busco, en los rincones de la casa, las palabras para terminar este texto, me prometo a mi misma ser algún día rama, ojalá de jacarandá. 


Notas: 

[1] La misma que recorrió imponente las calles de La Plata en el ENM. https://es-la.facebook.com/pages/category/Cause/Tejiendo-Feminismos-610158602773357/

[2] Me gusta en este caso usar “voz” como equivalente a “yo poético”.  


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