Muñeco

por Thomas Schonfeld


En su pieza de Balvanera, Federico mira el reloj. Es hora. Sale a la calle y camina, descuidado, por Irigoyen. Renguea un poco. No sabe cuándo es que se lastimó: la fiesta fue hasta tarde, y junto con la noche se terminaron muchos de sus recuerdos.

Tiene que llegar rápido. Remonta por la calle, a medio trote, atropellado, con cuidado de no chocar a los peatones. Ahora la sensación afilada es en el hombro derecho. No grita, pero se asusta. Está cerca de la casa de Malena y no quiere llegar hecho un desastre. No la extraña, pero tiene que ir. Hace días que no la ve. Le comentaron que iba a estar en la fiesta, en la que encontró otras distracciones. Pero nunca apareció.

Cae de frente en la vereda. Ahora le duelen ambas piernas y pies, los brazos a lo largo, la zona de la pelvis. Aunque unas pocas personas lo miran, ninguna se detiene. El dolor se extiende debajo de la piel, una red trazada por puntos sobrecargados, definidos. Queman. Se logra incorporar temblando, y así se arrastra, una cáscara, hasta llegar a la casa.

La ve y se ve por la ventana. En el reflejo, una marca roja debajo de su propio ojo. Del otro lado, la mano de Malena, elevada, precisa, que apuñala al muñeco con un alfiler, a la altura de la cara.


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