Reseña de «Escrito en el cuerpo», de Jeanette Winterson

por Sofía Blasco López


Jeanette Winterson es una escritora osada, alguien que se ha atrevido a hacer de sí misma el blanco de su propia escritura, operación en la que dice ver una manera de ampliar sus límites, poniéndose a ella misma como personaje de ficción. Dijo Winterson en una entrevista que dio a Paula Jiménez España y Clara Gualano en el 2015: 

 

Lo que pienso es que cada cual es un invento y si pensás que te conocés a vos misma estás equivocada, porque sos muchas cosas. Muchas cosas que también van apareciendo en el momento de la escritura (…). Pero también hay que tener cuidado con esto. Con quedar fijos en una identidad.

 

Este riesgo de quedar fijos en una identidad es la que nos da la clave de lectura para ocuparnos de su novela Escrito en el cuerpo.

Escrito en el cuerpo (Written on the Body), publicado en 1992, fue una novela que desorientó y hasta causó el enojo de muchos de sus lectores por una razón muy sencilla: desafía las asunciones tradicionales del lector sobre el género e identidad mediante la negativa de categorizar como femenina o masculina a la voz narrativa. Sabemos que es un ser humano que ha tenido mayoritariamente novias pero también novios (lo cual nos deja al menos la certeza de que no es ni asexual ni heterosexual) y que ha amado, ama y amará a Louise con todo su ser, y ahí se terminan nuestras certezas. No hay un solo pronombre personal utilizado que le asigne un género, no hay un nombre propio, ni una sola insinuación de qué es lo que hay abajo de esos pantalones (¿acaso usa pantalones?) y, francamente, ¿por qué, como lectores, nos debería importar? El amor ocurre sin mención de su género, el sexo ocurre sin mención de sus genitales, y si bien el recurso es interesante por la visión del mundo que refleja, creo que lo es aún más por la reacción que suscitó. ¿Cuál fue esta? Quién mejor para contarla que la propia Winterson:

 

Causó gran enojo porque no definí el género del/la narradorx. He recibido cartas en las que me decía un alumno de una escuela que un profesor lxs obligaba a atribuirle un género al personaje, tenían que leerlo como si el narrador fuera una mujer. Actualmente sigue siendo un libro incómodo, porque en verdad el lector decide el género. Esto produjo mucha ansiedad en algunas personas, otras lo disfrutaban porque no querían elegir. Para mí es lo bueno del libro. Fue publicado en 1992 y años después el enojo persistía en la gente, todavía me siguen escribiendo y preguntando (…). El género es algo construido y no tenemos respuesta para estas preguntas.”

 

El trabajo con el género como algo fluido y cambiante, es algo que Winterson lleva haciendo desde el comienzo de su obra (tomemos como ejemplo La pasión,  publicada en 1987). En una entrevista realizada por Audrey Bilger en 1997 titulada “Jeanette Winterson: The Art of Fiction” para Paris Review, Bilger pregunta a Winterson sobre su visión del género como algo flexible y fluido. Su respuesta es la siguiente:

 

Obviamente la sociedad no ve al género como algo sin importancia; lo ve como extremadamente importante en efecto, y en consecuencia muchas injusticias son provocadas. Lo veo como menos importante conforme me hago mayor. Ya no me importa si alguien es hombre o mujer. Simplemente no me importa. Lo cual es extraño, porque solía importarme mucho, especialmente porque mis afinidades emocionales y sexuales son con mujeres. Esa era obviamente una elección muy específica y, de nuevo, está este negocio de tener que definir algo con claridad y realmente saber qué es lo que sientes antes de poder relajarte. Me definía muy claramente como alguien que prefería la compañía de mujeres y quería organizar su vida como tal.

 

En la misma entrevista, cuando se le pregunta si hubo o no una intencionalidad de ser completamente ambigua en términos genéricos, Winterson responde:

 

Bueno, no, simplemente no podía molestarme. No quería fijarlo [al género]. Pensé, no hay necesidad de hacerlo, así que no lo haré. Si le pongo un género entonces pondera mi historia de una manera que no la quiero ponderada. Así que no lo hice. 

 

El valor de la novela no se acaba en la mera puesta en práctica de lo que podría considerarse un recurso literario innovador. Hay algo del orden de lo identitario y de los afectos que se encarna en los cuerpos (y en particular en el cuerpo de la amada) que está a su vez descarnado de toda construcción y/o imposición social y/o cultural, de todo elemento ajeno a los cuerpos contacto. Haciendo honor al título de la novela, Winterson invita a releer al cuerpo (propio y ajeno) de una manera diferente. El siguiente fragmento en el que la voz narradora afronta la pérdida de Louise ilustra esta idea:

 

Caí en la masa que eres tú y no puedo encontrar la manera de salir. A veces pienso que soy libre, escupido como Jonás de la ballena, pero entonces doblo en una esquina y me reconozco a mí de nuevo. A mí en tu piel, a mí en tus huesos, a mí flotando en las cavidades que decoran la pared de cualquier cirujano. Así es como te  conozco. Eres lo que conozco.

 

Escrito en el cuerpo nos recuerda algo que hoy día ya somos capaces de repetir como un mantra, que muchos (aunque por desgracia no la mayoría) entendemos muy sentidamente, pero que en 1992 era más raro que un perro verde o una Facultad de Filosofía y Letras sin goteras ni palomas: que el género es algo construido y que hay preguntas que quizás sí valen la pena hacerse (aunque no todas, eso que quede claro) pero para las que, como dijo Winterson, no tenemos respuestas.


Fuentes:

  • BILGER, Audrey. (1997). “Jeanette Winterson: The Art of Fiction”, en: Paris Review (Winter 1997, No. 145).
  • GUALANO Clara y JIMÉNEZ ESPAÑA Paula (2005). “Fruta madura” en: Página/12.

Disponible en:

https://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/soy/1-4338-2015-12-31.html

  • WINTERSON, Jeanette (1992). Written on the Body.

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