Abro los ojos

por María Belen Corso


Abro los ojos y ahí estás. No sabría cómo serle fiel a lo que acontece en mis noches de confinamiento. Me contó un amigo que la gente está soñando más, fue el amigo que sugirió el título de esta publicación y parece ser que tiene razón, porque ese título ganó en la votación que hice para escribirles por primera vez acá, en la revista cuyo nombre me encanta. 

Abro los ojos y el túnel espacio tiempo que comenzó hace “ya no me acuerdo”, sigue, se reproduce como una constante en el insomnio y la pesadez de los párpados, párpados cansados gracias a la hermosa virtualidad que nos conecta. Abro los ojos y lo primero que hago es rememorar esa fantasía inconfesable que construí con los “ojos dormiditos”, así diría mi sobrina. Los abro y quedo suspendida por unos minutos en el imaginario, creyendo que las metáforas existen, que si me lo propongo, soy capaz de llegar hasta tu cama sin siquiera hablarte. Ayer no te mandé mensaje y hoy supe que paseaste por el paisaje donde vivo por las noches, ese que es posible caminar sin restricciones, caminarlo por horas, caminarlo tanto que ahora me duelen las plantas de los pies.

El domingo pasado sonó en la tele Eterno amor por Los Alonsitos y lo más hermoso de ese momento fue bailarla yendo de la cocina al living. Abrir los ojos: me pregunto qué significará abrir los ojos cuando tengo la sensación de que no puedo cerrarlos completamente. Despierta ya mujer dice la canción y quisiera hacerlo realmente. Discernir, de una vez por todas, qué es fantasía en el confinamiento surrealista donde huelo una hoja de eucalipto y con eso basta.


Si te gustó este diario, creemos que también te pueden interesar estos textos:

Diario de escritora III: aire propio, aire ajeno.

Reseña de “Escrito en el cuerpo”, de Jeanette Winterson

Deja un comentario